Hablo:
Español (obviamente).
Inglés (viví en Southampton, Inglaterra, durante tres años).
Francés (mi madre es medio francesa).
Alemán (éste sí supuso un GRAN esfuerzo).
Italiano (se parece demasiado al español).
Portugués (más aun).
Griego (estudié griego clásico y hay un paso al griego actual).
Rumano (hablando español, francés, italiano y portugués hablar rumano te lo pide el cuerpo).
Medio hablo:
Holandés (medio perdí el tiempo, porque los holandeses suelen tener poco que decir).
Árabe (de Medio Oriente, es mi medio preferido, pero me cuesta mucho leerlo por la miopía).
Japonés (lo básico para defenderme si hay un holocausto nuclear y sólo sobrevivimos los japoneses y yo, y no lo leo).
Además sé leer:
Latín (clásico y sermo vulgaris).
Jeroglíficos egipcios (estudié y llegué a ser capaz de traducir alguno, pero lo dejé antes de volverme loco).
Acadio e hitita (llegó a obsesionarme la escritura cuneiforme y también lo abandoné, por lo mismo que lo anterior. ¿Sabéis que la letra A es una vaca acadia, volteada por el paso del tiempo y el espacio? ¿Cómo puede alguien no obsesionarse con eso?).
Respecto a esto último no penséis que soy un completo desquiciado, que quizá también. Es sólo que soy investigador especializado en civilizaciones protohistóricas.
También sé recitar el padrenuestro en arameo. Aunque no sé ni una palabra más lo tengo incluido en mi currículo nada más que por excéntrico.
También sé recitar el padrenuestro en arameo. Aunque no sé ni una palabra más lo tengo incluido en mi currículo nada más que por excéntrico.
Hoy, camino de mi despacho en la facultad vi a un hombre de mi edad, casi cuarenta años, sentado en la calle, mirando al suelo y ante él tenía un cartón en el que había escrito: vendo mi dignidad por un trabajo. Yo no podía dárselo, pero me acerqué y saqué un billete. Levantó la cabeza y su mirada se detuvo en la mía.
Fui incapaz de decirle nada en quince idiomas.