El general recorre la avenida desierta.
Saluda a las aceras vacías desde el coche presidencial.
No hay aplausos. No hay vítores. Nadie agita las banderas.
Un mohín de disgusto en su cara.
Finaliza el desfile e informa al coronel, como una sentencia:
- Las calles están vacias. Y esta peste en la ciudad. Es un boicot.
- Señor, siento (temo) informarle de que no es así. Nuestro éxito es el culpable: en verdad nos ha quedado el país con olor a muerte. De disidencia, eso sí.
7 comentarios:
Y si hay una guerra y no va nadie...
Bonito desfile triunfal.
Y ahora ¿a quién va a dictar el dictador?
Muy buen relato.
Un abrazo
Me gusta mucho, demasiado el inicio: Llevas al lector por todo el escenario de una manera fascinante. Sin embargo, considero (yo personalmente yo) que el final puedes replantearlo mejor.
Es con todo el respeto,
Feliz semana
Qué bueno. Tanto esfuerzo sangriento para quedarte con un país muerto
Muchas gracias por pasaros. Juan, tendré en cuenta tu comentario, le daré una vuelta a ver si se me ocurre algo que me guste más.
Bice, Woddy, hay un relato de Benedetti que me gusta bastante en el que un dictador se queda solo, además de los presos de una cárcel. Si no lo conoceis, os lo busco y paso, que merece la pena.
Saludos a los tres.
Muy bueno, realmente has hecho un planteamiento estupendo. Ese no triunfalismo de una guerra donde los espectadores, están muertos. Bravo.
Bice le dió al clavo en el primer comentario.
Si nadie se prestara a hacer segunda a las órdenes negativas, otro sería el poder.
Carlos: Y luego está lo de la vergonzosa obediencia debida.
Maite: Para que haya un ganador hace falta que alguien pierda, y si los perdedores han muerto ya no los hay (Gustavo Bueno dixit a relación de la pena de muerte).
Saludos a ambos.
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