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miércoles, 14 de diciembre de 2011

Revisión del mito de Ícaro II


Todo comenzó con un grito al que se sumaron miles, cientos de miles, quizá millones de gritos. Fuimos pocos los que salvamos la vida. La culpa no fue de ellos, es intrínseco en un joven querer contemplar horizontes cada vez más lejanos. Por eso todos aquellos Ícaros ascendieron y ascendieron, cada vez más cercanos al sol, hasta que la cera que les habían proporcionado para fabricar las alas comenzó a deshacerse. Sabíamos que ocurriría, pero nadie les avisó de ello. 
Millones de Ícaros cayeron simultáneamente. Parecía que el cielo se desplomara. Y aquel grito, resultado de aunar millones de gritos... 
Todos perecieron y, bajo ellos, los Dédalos que no hallaron donde protegerse. Mecidas por el viento, sobre el amasijo de carne informe en que tornaron los cuerpos, caían lentamente las plumas desprendidas, como si de una vivificación del Tártaro se tratara.
Como digo, sólo unos pocos salvamos la vida. Aquellos que acostumbramos, sabiamente,  a habitar en los umbrales.  

2 comentarios:

vittt dijo...

como el anterior, más que leerse se vive. se sobrevive desde los umbrales.

Sibreve dijo...

Vittt: En los umbrales somos ya demasiados. Al final no cabremos y tendremos que salir a cielo abierto. Ansío ese momento.