- Maestro, - le digo, - maestro.
No responde.
- Maestro, - insisto.
- No hay caso, - asegura mi acompañante.- Lleva años aquí, esperando que las mareas arrastren el cadáver de su hijo. Aquí duerme. Se alimenta de lo que le traen las almas caritativas, pero pasa días sin comer si nadie viene. No insista, créame. Tiempo atrás Ícaro murió en su caída al mar. El gran Dédalo aún sigue cayendo.
2 comentarios:
se ven los personajes, se oyen las olas, se huele el mar, se siente un desconsuelo en las tripas. has logrado que pasen cosas, más allá del texto. que quito el sombrero.
Vittt: A parte de que considero desmesurado tu comentario, fíjate que me gustó el resultado del micro. Y no me suele ocurrir demasiado a menudo. Saludos.
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