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lunes, 19 de septiembre de 2011

La ausencia

Ismail Salek  y Appa Hallab caminaban rodeando el campamento, despacio, y con las miradas trataban de traspasar el horizonte, pero la vista no les llegaba más allá de donde las dunas se juntaban con el cielo. Lo único que alcanzaban a ver era arena.


Ismail Salek y Appa Hallab estudiaban geografía y comprendían sólo a medias. La profesora hablaba de los ríos y ellos los imaginaban, pero no entendían como el agua podía correr por siempre, ni por qué la arena no absorbía el caudal y lo secaba. Los peces eran alacranes y aves que buceaban contra corriente. 


Ismail Salek y Appa Hallab abandonaban el campamento cuando los demás jugaban al fútbol. Preferían caminar hasta la Gran Duna, que estaba a poco más de una hora. Llegaban hasta allá, subían y después bajaban sentados, corriendo, rodando, dando los mayores saltos. Y volvían a subir y a bajar, una y otra vez, hasta que les dolían las piernas. Otras veces tan solo se sentaban en lo alto, disfrutaban del silencio y escrutaban las formas de nuevos horizontes. Appa siempre quería subir la siguiente duna. 


Ismail Salek y Appa Hallab soñaban con tocar la nieve. Habían oído hablar de Ibrahim Salek, primo de Ismail, que se fue a Canadá antes de que ellos nacieran, pero no lo conocieron hasta que hace dos años volvió al campamento durante un mes. Ismail Salek y Appa Hallab estuvieron escuchándolo tardes enteras pero no se atrevieron a hablar con él hasta que un día le preguntaron cómo era la nieve de la que hablaba. Desde entonces, Ismail y Appa la imaginaron como una arena fría y blanca que desaparecía con el calor. Canadá en verano, pensaba Appa, será un gran río.


Ismail Salek y Appa Hallab siempre escuchaban. Les gustaba que el hombre más anciano les contara historias remotas de cuando aun no habían nacido y sus ancestros eran los señores del Sahara. Vestían de azul, les decía, y atravesaban el desierto montados en sus gigantes camellos. Ellos hacían propia la vida sin anclajes. Sentían vértigo a lomo de las enormes monturas. Cada noche sus haimas bajo cielos distintos, sobre distintos lugares. Appa miraba las estrellas.


Ismail Salek y Appa Hallab también oían las conversaciones de los hombres jóvenes. Se sentaban junto a ellos y fingían estar centrados en sus juegos, no hacer caso. Pero después hablaban sobre los marroquíes y sobre la tierra que les habían usurpado, y daban vueltas a cómo sería el pueblo del otro lado del desierto que se llamaba igual que su campamento. Se preguntaban si allá habría otra escuela como su escuela, otras dunas como sus dunas y otras haimas como sus haimas. A veces, incluso, jugaban a mirarse en el espejo de ella e imaginaban que la imagen que les devolvía eran un Ismail y una Appa, iguales pero distintos, que vivían al otro lado. Conversaban los cuatro.
Ahora no. Ahora Ismail ya no juega, apenas habla. Tan solo, de vez en cuando, mira el pequeño espejo que robó de casa de Appa cuando ella se fue. Busca por los extremos, lo inclina, trata de encontrar en el reflejo a la otra Appa. No puede. 
Sólo ve al otro Ismail. Solo. 
Pobre otro Ismail.



7 comentarios:

MCH dijo...

Veo que por fin terminó "la ausencia". Y al menos mereció la pena esperar.
Abrazos.

montse dijo...

¿Proyecta o intenta proyectar su tristeza en su reflejo? Una lectura muy tranquila con un poso muy amargo.

Sibreve dijo...

Tinduf es una región de Argelia donde residen saharauis expulsados de su país, ocupado por marruecos. Como un reflejo, ocupan campamentos de refugiados que se llaman de la misma manera que los pueblos donde residían en el Sáhara. Los protagonistas del relato son dos niños que conocen esos datos y se plantean hasta que punto todo será igual a un lado y a otro de marruecos, por eso juegan a mirarse en un espejo e imaginar que el reflejo son otros dos niños que habitan en el pueblo llamado como su campamento. Cuando Appa (que es más soñadora) se marcha del campamento (un día decide seguir caminando hasta la siguiente duna) Ismail busca en el espejo, tratando que la Otra Appa aparezca. Lo hace como si hubiera olvidado (quizá la desaparición de Appa le ha hecho olvidar) que era un juego y que el reflejo del espejo es sólo un reflejo.
Montse, gracias por pasar.
Mariano, aunque no quiera me temo que la ausencia será de nuevo larga. Es, por desgracia, una cuestión de ánimo.
Abrazos a ambos.

montse dijo...

¿Un ánimo que sube y baja? A veces es el mejor estado para escribir. Uno suele ser más sincero, más sentido...
Esta historia es aplicable a otros pueblos, siempre estamos igual pero en ubicaciones distintas.

vittt dijo...

necesito un abrazo.
has estado monumental, hugo.

manuespada dijo...

Una historia muy trabajada, me ha gustado, un relato con cortes clásicos en el mejor de los sentidos.

Anita Dinamita dijo...

Una maravilla de relato, Hugo.
Con un gran poso de nostalgia, no solo al final sino por todo el relato, de lo conocido y de lo que no.
Abrazos