Si vienes sin mucho tiempo, permíteme que te recomiende:
Ni tanto y Autobiografías Son los que más me gustan.
Además hay una pequeña serie que me entretiene bastante: Relatos del General
Por último, te invito a seguir el juego, si quieres como un comentario, si quieres en otro lugar: Despertares
Varias personas me han comentado que sus preferidos son:
Ultimas voluntades y Personajes Históricos V que, por cierto, a medida que me alejo de éste último me va gustando más.
Y si has llegado hasta aquí buscando nanorrelatos sólo porque el nombre del blog es NANORRELATOS, te dejo aquí algunos reunidos: Nanorrelatos

sábado, 26 de marzo de 2011

HORAS SIN LUZ

Llovía y yo esperaba el autobús al asubio de la marquesina. Hacía viento también. Entonces apareció él, vestido tan solo con una camiseta y un pantalón, empapado. Se puso a mi lado. Recuerdo el olor, mezcla agria de sudor húmedo aun y colonia fresca del día anterior. Tan cerca se puso. 
Lo miré. 
Llevaba la frente pálida como marfil, transpirada. A veces quiero creer que lo confundí con lluvia pero no, el agua sobre la frente no tiene el mismo brillo, cae de otra manera. En aquel día de lluvia y viento, con frío, él llevaba tan solo una camiseta y sudaba.
Me saludó. 
Tartamudeó un hola. Sus labios dibujaron una sonrisa que en aquel momento me pareció forzada. Ahora sé el porqué, el resto de su cuerpo no sonreía, su espalda, sus brazos. Sus ojos no sonreían. Suplicaban más bien, transmitían miedo. En las noches siento como su mirada vacía me quema sobre los ojos primero, sobre la espalda más tarde. Sobre la espalda porque yo balbuceé una respuesta, tan apagada que no creo que llegara a escucharla siquiera, y después me giré. 
Me giré.
Le di la espalda. Me incomoda hablar con desconocidos, soy introvertido, a veces huraño. Así que me giré y fingí un interés estúpido en el anuncio que ocupaba el parapeto de la marquesina. Leí varias veces las características de un coche familiar cuando no tengo siquiera permiso de conducir. Y, qué ironía, cuando por cuarta vez leía que llevaba de serie sistema ABS ocurrió. Oí un frenazo, un golpe, un chasquido y un grito lejano. Recuerdo toda la sucesión como si fuera una composición, un solo sonido. Sabía lo que había ocurrido y tardé en  volverme.
Me volví.
Entonces lo vi debajo del autobús. El conductor agachado junto a él, la cara de uno a pocos centímetros de la del otro, observándolo como hechizado por la muerte. Un pasajero mirando a los dos en un segundo plano, pidiendo una ambulancia que llegaría tarde. La sangre alcanzando el regato de agua que corre junto a la acera, mezclándose y corriendo como un río a escala, rojo, ante mis pies.


No puedo borrarlo de mi cabeza. Cada noche, desde hace meses, lo intento pero no puedo. En cuanto quedo a oscuras, en las horas sin luz, reproduzco una y otra vez cada segundo. He comenzado a confundir lo que en realidad son recuerdos y lo que he ido inventando. Y de esa manera divago por la escena, equivocando lo que realmente hice, lo que él hizo, con lo que podía haber hecho cualquiera de los dos y como hubiera variado el final de todo. 
A veces me siento culpable, quizá si hubiese prestado más atención habría podido adivinar su propósito, o aunque no, quizá si tan solo le hubiera hablado...
Maldigo mi timidez, mi indiferencia, culpables quizá de su muerte, y asesinas seguro de mi sueño tranquilo.

4 comentarios:

Unknown dijo...

Es una carga muy pesada, para nuestros frágiles hombros humanos, ser 'el sobreviviente'.
No importa cómo hayan sido las circunstancias, siempre que la muerte nos roza pensamos que debimos hacer algo, que estamos en deuda.
Cuando perdí a mi esposo mi hijo me dijo una verdad muy simple: no todos se mueren de viejos, mamá.
Así de simple. Así de terrible.
Un beso grande Hugo.

Ah! me gusta mucho esta nueva presentación.

Maite dijo...

Un relato que juega con todos los sentidos y los sentimientos. Un fuerte abrazo.

Sibreve dijo...

Patricia: Duro lo que escribes, sin duda. Gracias por pasarte.
Maite: A penas era un ejercicio.
Abrazos a ambas.

Torcuato dijo...

Sentirse culpable por no haber hecho algo que rompiera la cadena de acontecimientos venideros. Un "hola", un "hace buen día".
Pero ¿y si hubiera sido peor?
Un abrazo, Hugo.