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jueves, 26 de agosto de 2010

Personajes Históricos V

Marcus Warner (1888-1953) fue un reputado periodista deportivo estadounidense. Nacido en Springfield, Illinois, con tan solo diecisiete años ingresa en la universidad estatal, con una beca de atletismo. Medio fondista prometedor debe dejar, sin embargo, la práctica del deporte pasado poco más de un año de su ingreso, debido a una lesión en la rodilla por la que arrastraría una pequeña cojera durante el resto de sus días. De cualquier modo aprovecharía la oportunidad y tres años después se graduó en la Facultad de Medios.

Trabajó en varios periódicos y radios, siempre en secciones de deportes, y logró trascendencia nacional con la retransmisión de combates de boxeo en la NBC. Sus locuciones con voz sedosa, insinuante, como el romper de una ola son recordadas aun hoy cada vez que la NBC recupera los mejores momentos de la historia radiofónica.
También dejó varios libros, compendios de anécdotas deportivas y periodísticas. Entre ellas, en "El pugilismo: cuando el deporte era cosa de caballeros", recoge la historia del combate disputado entre Joe Louis y Paulino Uzcudun, el 13 de diciembre de 1935 en el Madison Square Garden de Nueva York. Lo relata de la siguiente manera:

El combate se celebraría a las nueve de la noche en el Madison Square Garden entre el campeón del mundo Joe Louis y el púgil español Paulino Uzcudun. Joe llegaba a la pelea tras una racha de once combates consecutivos ganados por KO, algunos de ellos frente a rivales de calidad contrastada como Primo Carnera o King Levinsky. El español sonaba desde hacía tiempo como el motor de un Jaguar D-Type dentro del mundo pugilístico en Nueva York. Casi nadie lo había visto pelear nunca, pero se comentaba que era una auténtica mula, que su cara era una prueba de peso en la teoría de Darwin y que los brazos, tan largos que hacían juego con la cara, le permitían pelear manteniendo distancias largas. Además había llegado la noticia del combate mantenido en Roma frente al mismo Primo Carnera, y que había sido decantado a los puntos a favor del boxeador italiano en una decisión que pareció injusta incluso al propio público italiano, que silbaba y abucheaba cuando el dirigente fascista Benito Mussolini entregaba el cinturón de campeón europeo al Gigante Asesino.

Después peleó en la Habana, Los Ángeles y Miami, hasta tres veces por el campeonato del mundo, siempre con derrotas a los puntos discutidas e incluso siendo descalificado por un supuesto golpe bajo frente a Delaney que no fue visto más que por el réferi, según algún amigo que estuvo entre el público. De todos modos esas peleas siempre habían sido en lugares secundarios. A nadie en esa época se le consideraba boxeador hasta que no se calzaba los guantes en el Madison de Nueva York.
El combate fue anunciado con tres meses de antelación, y la velada había levantado más expectación que si pelearan Marlene Dietrich y Mae West. Las entradas duraron apenas unas horas. En una pelea así las apuestas ilegales son tan frecuentes como los jubilados en Florida e incluso F.G. Laguardia, alcalde de la ciudad en aquel tiempo, comentó ante periodistas que había apostado cincuenta dólares a que Uzcudun caía antes del tercer asalto, demostrando una vez más que el alcalde sabía como tirar el dinero. Los corredores de apuestas habían dado a Joe Louis favorito, como parecía lógico, pero le habían dado una ventaja que resultaba ridícula. Simplemente que el español acabara el combate en pié, lo que había hecho a lo largo de toda su carrera, era pagado 4´5:1. Y si la mafia que controlaba las apuestas estaba dispuesta a regalar dinero de esa manera, había varias decenas de miles de neoyorquinos más dispuestos a recibirlo. De hecho se comentaba por la ciudad que la cosa se descontroló tanto que los hombres de Luciano, que se había hecho con el negocio de las apuestas dos meses antes al asesinar a Schultz y cuatro de sus más cercanos colaboradores, había amenazado de muerte al propio Bertys, manager de Uzcudun, si éste no hincaba la rodilla antes del decimosegundo asalto. Yo no lo creí entonces.
La cuadra del "Francés" Bertys se encargaba de que Uzcudun llevara una vida monacal, alejada de todo lo que se debe alejar un deportista y dedicada a entrenamientos sin descanso de guantes, espejo, pera y carrera de fondo. El equipo estaba seguro de que tenían un caballo ganador y se encargaban de que no oliera alcohol, tabaco ni mujeres. Siquiera dejaban que ninguna se cruzara con el boxeador, exceptuando una chica de New Jersey que por aquel entonces andaba con el Francés. Parece que el error de éste fue el adular demasiado al boxeador delante de la chica. Todas las mañanas, cuando su representado entrenaba, llegaban al gimnasio y veían boxear al muchacho. Después subía al cuadrilátero con la mujer y le decía cosas como mira qué figura de campeón, toca sus brazos, pura dinamita, eso no son pectorales, son dos yunques. Y claro, ella se fijó más de lo que Bertys esperaba. Bertys, si sigues por ahí y lees este libro, no pases a tu yegua por delante del semental del vecino. No al menos si no quieres potrillos.
Jonh Medina era un viejo que estuvo en la esquina de Uzcudun asistiéndole como aguador. Maxie Milles, el entrenador, lo quería allá porque se fiaba de su intuición durante los combates. Lo cierto es que tiempo después yo también estuve en alguna pelea a su lado y parecía que viese el boxeo a través de una bola de cristal. Si en un momento decía algo así como "debería cubrir más el directo de derecha o le entrará por ahí", yo casi podía anunciar que el aspirante tumbaría al campeón de un directo de derecha e irme para casa con la retransmisión acabada. Parecía que le hubieran dado boxeo en lugar de pecho cuando nació. Medina me confesaba años después que durante la preparación del combate contra Joe Louis todo el equipo sabía que Uzcudun se estaba viendo con Madeleine Brell. No sabían cómo ni cuándo, pero se veían. "Nadie dijo nada a Bertys. Yo mismo lo hubiera hecho si se hubiera tratado de otra mujer, pero no podía ponerme delante de él y decirle que Paulino se estaba despistando porque se veía con su chica". Según me comentó fue perdiendo peso, fondo y velocidad y llegó al combate lejos de la forma que mantenía dos meses antes.
El resto es conocido por todos los aficionados al boxeo, la pelea duró cuatro asaltos. Los dos primeros fueron un intercambio de golpes sin demasiado acierto entre el Bombardero Negro y el Toro Vasco. En el tercer asalto Uzcudun consiguió combinar una serie de golpes que concluyó con un upercut justo al corazón de Louis, que se encogió y no pudo hacer más que cubrirse y lanzar algún golpe al azar, pero justo en ese momento, cuando Uzcudun se lanzaba de nuevo sobre aquel bloque de ébano, a Louis le salvó la campana. Medina me asegura que dijo en el descanso a Uzcudun que se cubriera el mentón, que lo estaba dejando descubierto, pero que el boxeador pareció no escucharle. Estaba más atento a aquella mujer, sentada junto a su manager en primera fila. Yo le creo. En el cuarto asalto Louise vio el brillo de la piel blanca del español entre los guantes, y con la precisión de un cirujano, metió por allá el puño. Conectó con Uzcudun y lo tumbó. A cuenta de siete se levantó, pero algo de él había quedado ya en la lona, además de los dientes. Tres golpes al aire sin ver siquiera a Louis, sin saber donde estaba su contrincante, fueron los que avisaron al árbitro de que debía parar el combate. Por primera y única vez en su carrera Uzcudun, más difícil de tumbar que una joven metodista, no consiguió acabar el combate de pie y finalmente todos contentos: Joe Louis, Lucky Luciano, los aficionados americanos y supongo que hasta el mismo Duce. ¿Todos? Bueno, no todos en realidad, a Uzcudun se le truncó en ese combate un final de carrera que prometía y a Laguardia le sobró sólo un asalto para ganar su apuesta.

Encontré el libro de Warner en la feria del Libro Viejo de Madrid de 2002. En España fue editado por la editorial deportiva Sanz e hijos, ya desaparecida, en el año 1963. Ojeando el libro me llamó la atención la fotografía que ilustraba el capítulo, que ocupaba la página 92 completamente. El objetivo detuvo a Uzcudun en el momento de recibir el impacto brutal de Louis, en plena mandíbula, en su perfil izquierdo. Tenía la cara deformada por el golpe, gotas de sudor parecían salir del papel, y sin embargo Uzcudun sonreía con su mirada, que no contemplaba al rival, si no que parecía perderse entre el público. Me impresionó aquella foto y decidí hacer lo posible por saber qué hacía sonreír a Paulino Uzcudun.
Uzcudun nació en Regil, Guipúzcoa, en 1903. Por la zona pude encontrar a Ander Azcargorta, un sobrino nieto con el que me entrevisté. Me contó que tras la pelea su tío abuelo siguió algún tiempo por Estados Unidos, pero que no volvió a pelear. Parece que Bertys le echó de su cuadra y se encargó de que nadie volviera a contratarlo. En aquel momento imaginé que se había enterado de la infidelidad de Brell y decidió vengarse de aquella manera. La abuela de Ander Azcargorta, hermana del boxeador, le contó que le ofrecieron dedicarse a la lucha libre americana, y que incluso le llegó alguna oferta para trabajar en el cine interpretando un papel secundario en una película protagonizada por Humphrey Bogart. A todo dijo que no. Contó a su hermana años después que lo único que le interesaba en aquel momento era encontrar a Madeleine, que había desaparecido tras la pelea con Louis.
Avanzado el año 36, después de casi un año de búsqueda, se da por vencido. Olvidado por todo el mundo, ya no hay ofertas para pelear ni para actuar, así que decide navegar de vuelta a Europa. Desembarca en Southhampton, desde allí pasa a Francia y después a España. Llega en octubre del mismo año, con la guerra avanzada, y lucha con el bando sublevado. Formó incluso parte de un comando organizado para liberar a José Antonio Primo de Rivera de su presidio en Alicante, pero fueron desarticulados, sin ninguna justificación, una semana antes de que lo ajusticiaran.
Al terminar la guerra fue vanagloriado como héroe nacional, y encontró trabajo promocionando el boxeo a lo largo y ancho del país, se casó y tuvo hijos. Poco a poco fue cayendo en el olvido, y acabó de morir en Madrid, en 1985, tras una larga agonía que había empezado cincuenta años antes sobre la lona del Madison Square Garden en Nueva York.
Investigué también a Madeleine Brell, y gracias a los archivos del Departamento de Policía de Nueva York a los que tuve acceso, descubrí que no era ese su verdadero nombre, si no un seudónimo que había usado Mary Braig en distintas ocasiones. Había sido detenida varias veces, siempre por delitos contra la moralidad, escándalo público o prostitución. Tras aquella noche de 1935 no volvió a aparecer en los archivos policiales, pero pude saber por Patty Upon, compañera suya entonces y después una vieja encantadora con la que mantuve correspondencia hasta su muerte, que Mary se había retirado y había vuelto a New Jersey, donde compró una pequeña granja en las afueras, se casó y tuvo "al menos quince mocosos", según sus propias palabras. Con el paso de las cartas, Patty me reveló, sin que yo le diera demasiada importancia al principio, que había trabajado durante la prohibición como bailarina en un local de Luciano, y que fue allí donde conoció a Mary. Tardé en sacar las cuentas, pero eran claras como el agua: Mary Braig, alias Madeleine Brell, la chica de Bertys, aquella que había absorbido la cabeza de Uzcudun los dos meses anteriores al combate, era una prostituta que trabajaba para Lucky Luciano, que era a su vez quien había salido más beneficiado con que Uzcudun perdiera por knock out por única vez en su carrera.
El último protagonista de toda esta historia al que investigué fue a Bertys. Tras el combate despidió a Uzcudun y no volvió a verse, al menos públicamente, con Mary Braig. Sí, en cambio, aparece en varias reuniones con Luciano.
Quizá me equivoque en mis conjeturas, pero parece que la buena relación entre Bertys y Luciano cierra el círculo del único combate que Uzcudun no aguantó de pie.

2 comentarios:

MCH dijo...

Bueno, ya me lo he leído completo. Me ha encantado la trama. Creo que tus personajes históricos cada vez tienen más cuajo.
Una pregunta: En un momento dado nombras a Rocky Luciano y posteriormente a Lucky Luciano (que es el que yo conocía, ya sabes... mis contactos). ¿Son personajes diferentes?

Sibreve dijo...

¡Qué va! Es que creo que trato de asimilar demasiada información en demasiado poco tiempo. Voy a corregirlo. Gracias por el chivatazo.