Y, aunque parezca absurdo, lo que sí puedo asegurar es que mi abuelo amó al Racing. Lo amó siempre: antes de que Aitor Aguirre y Manzanera improvisaran con los cordones de las botas brazaletes negros para llorar los últimos fusilamientos al amanecer, antes de que la tribuna de madera crujiera por última vez. Lo amaba antes incluso de que Alsúa fuera capaz de correr la banda sin llevar la vista fija en el balón.
Un día, uno de los últimos, le subí el Diario y mientras yo miraba desde la ventana de su habitación la lluvia sobre la bahía, él abrió el periódico buscando la sección de esquelas y después de echar una mirada, lo dejó sobre la mesa. Se lo reproché, siempre me disgustó la costumbre de los viejos de buscar entre los muertos. Pienso, quién sabe, si incluso quieren asegurarse de no haberse convertido en protagonistas de la sección. Y él, como si fuera algo natural, me explicó que buscaba la esquela de un fulano:
- ¿Quién es? ¿Amigo o enemigo?,- le pregunté.
- El socio número uno del Racing,- me contestó.
No hace falta decir que mi abuelo era, en aquel momento, el número dos. Salí de su habitación espantado.
Hoy lo comprendo. Tras una vida de perdedor, en la que cada día no trajo más que una derrota, no es censurable desear una única victoria.
- ¿Quién es? ¿Amigo o enemigo?,- le pregunté.
- El socio número uno del Racing,- me contestó.
No hace falta decir que mi abuelo era, en aquel momento, el número dos. Salí de su habitación espantado.
Hoy lo comprendo. Tras una vida de perdedor, en la que cada día no trajo más que una derrota, no es censurable desear una única victoria.
Una, aunque sea totalmente insignificante.
Pese a que sea a costa de la vida de otro, una, por poco que dure.
Una, tan solo por quitarnos este sabor amargo de la boca.
No ha habido, tiempo... no hubo.
No ha habido, tiempo... no hubo.
Falleció un domingo gris de abril en que su equipo perdió de nuevo.
Abuelo: qué la tierra te sea,
nos sea,
me sea leve.
5 comentarios:
Bonito primo....
Qué buen principio, qué buen principio ese de los amores. Pero lo mejor es que el resto no decepciona. Cada vez valoro más en los escritores la piedad hacia sus personajes. Aquí, además de piedad, se intuye el amor. Entre la avalancha de micros impactantes, esos que siempre son adjetivados de "brutales", disfruto con los textos que bucean en lo cotidiano para encontrar, junto a la aceptación de la naturaleza humana, una chispa de ternura por los hombres y las mujeres reales.
Primo: Pues muchas gracias, jai, primo.
Elisa: Fíjate que esto sí que tiene un poso biográfico bastante pronunciado. No recuerdo si llovía el día que le vi viendo las esquelas, dudo que fuera yo quien le hubiera subido el diario y murió siendo el socio número tres y no el número dos. Por lo demás, todo a pies juntillas.
Ya ves, hay cosas que notan.
mi abuelo enterró a la yaya y desempolvó el barça.
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