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lunes, 2 de agosto de 2010

Personajes Históricos II

Día trece de marzo de mil seiscientos ochenta y cinco, martes. Son las siete de la mañana cuando los reos Charlles Southwell y John Montagu son conducidos de la cárcel de Wandsworth Prison a la puerta de Norfolk, en el camino que une Londres con Cambridge, para ser colgados por el cuello, con las manos atadas a la espalda y dejados así cuarenta y ocho horas, expuestos como ejemplo público, en cumplimiento de la sentencia por el robo y muerte de Ciryl Hoskins, un prestamista de la zona de Kensington, Londres.
El camino de los reos y posterior ajusticiamiento es seguido por una amplia comitiva, y a la viuda e hijos de la victima y familia de los ajusticiados, se unen no menos de dos centenares de curiosos, resultado de un proceso intrincado y discutible que termina por ser seguido popularmente.
Tras el cumplimiento de la sentencia el público comienza a desaparecer, "saciado su apetito mórbido y azuzado por el frío de la mañana", según recoge el cronista Joseph Huggins en Courant, una gaceta londinense de tirada irregular.

Montagu, cuando se ha marchado ya todo el mundo, con la soga sujetándolo por el cuello, pregunta:

- ¿Estás bien?

- Sí,- responde Southwell.

- ¿Qué se supone que debemos hacer ahora?

- Nada hasta pasadas cuarenta y ocho horas.

- Yo no pienso seguir aquí colgado como ejemplo público,- dice Montagu intentando soltarse las manos.- ¿Puedes soltarte?

Southwell intenta a su vez deshacerse de la soga que ata sus manos a la espalda. Por más esfuerzos que hace no consigue que ceda ni un ápice. Tras un tiempo breve de lucha infructuosa los dos hombres terminan por rendirse.

No debían de ser más de las nueve o nueve y media de la mañana, dada la hora de comienzo de la reunión en la Royal Society de aquel día, recogida en las actas de la asociación
(ver RS of London for Improving Natural Knowledge Act, 1685, Tomo I, pág. 323-392), cuando aparece un hombre en lontananza, apresurado, en el camino proveniente de Cambridge, en dirección a Londres. Avanza rápido, casi corriendo, y en pocos minutos pueden distinguirle: melena blanca, a la altura de los hombros, nariz afilada y ojos grandes, profundos, subrayados por oscuras ojeras y con mirada dura, casi perturbada.
Parece que en un principio piensa el hombre en seguir camino, ignorando a los otros dos como si no los hubiera visto, pero no hay nadie más alrededor y es imposible que alguien pensara que pudiera no oir los gritos así que, cuando pasa frente a ellos, para.

Southwell se dirige a él:

- Caballero, por favor, ¿podría usted ayudarnos a bajar? Llevamos un buen tiempo colgados y no podemos soltarnos los lazos que atan nuestras manos a la espalda. A mi compañero le hace daño el sol y...

- Fotofobia,- le interrumpe el hombre, que nota el lenguaje afectado y artificial con el que Southwell trata de inspirar cierta confianza.

- Perdóneme, usted. No he entendido.

- El daño a la luz se llama fotofobia. De cualquier modo, llevo en estos momentos demasiada prisa. Me esperan a las once de la mañana en Arundel Street. Tengo una presentación importante.

Les muestra dos volúmenes de un libro que lleva debajo del brazo, y que si Southwell o Montagu hubieran sabido leer, sabrían que se trataba de Philosophiæ naturalis principia mathematica.

- Pero señor, - ahora es Montagu quien intenta convencerle.- Le llevará tan solo un minuto.
- Me es imposible ahora, de verdad. No puedo hacer esperar a los caballeros de la Royal Society. A la vuelta prometo ayudarles.
El hombre ya ha comenzado a caminar, dando la espalda a los dos ajusticiados. Southwell, pensando que así comprometería su vuelta y ayuda, pregunta al hombre:
- Caballero, díganos al menos su nombre.
Casi corriendo, sin volver siquiera la cabeza hacia ellos, les grita:
- Me llamo Isaac Newton.
Sin saber por qué, al oírlo, sendos escalofríos recorren las espaldas de los ahorcados.

*Philosophiæ naturalis principia mathematica, (Principios matemáticos de la filosofía natural) conocido como el Principia, es quizá el estudio científico más importante de la historia, donde Newton desarrolla, entre otras, la ley de gravitación univeral.

2 comentarios:

Orilla dijo...

Podemos decir entonces que Isaac Newton dejó incompleta su teoría, al no formular la excepción (que en este caso ni confirma ni reprueba) a su famosa ley, y que podría decir algo así:
En el mundo de la literatura la gravedad sólo asesina si al autor le da la gana.

Sibreve dijo...

¡Qué bueno el comentario! Está muy feo eso de escribir comentarios que sean mejor que los post, porque los umbrías (valga el palabro, que aunque es inexistente como verbo me gusta).
Si formulas la excepción en latín te la compro :D