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lunes, 26 de julio de 2010

Personajes Históricos I

Parece que sucedió avanzada la primavera de 1618. Thomas Hobbes viaja a un pequeño pueblo, Rothbury, para ver aquello de lo que todo el mundo habla en Londres. No necesita, al final del viaje, preguntar cual es la casa de William Stukeley. La gente fluye sobre el barro, todos en el mismo sentido, como agua de río sobre el lecho de la curiosidad. Stukeley ha rescatado hace ya un mes, en un monte cercano, a dos pequeñas que hasta entonces se han criado con una manada de lobos. Tuvo incluso, según comenta, que luchar con una loba que se comportó como la madre de ambas. Nadie conoce el origen de las Hermanas, a las que así han llamado, pese a que no haya indicio alguno que haga pensar que lo son (incluso sus rasgos sugieren lo contrario), salvo la improbabilidad de que una manada de lobos haya adoptado, en momentos distintos, a dos niñas que no guarden hasta entonces ninguna relación. Hobbes las observa absorto a la algarabía que gobierna el lugar. Mucha gente ha acudido como a una animada feria, en la que el único motivo de atracción son las niñas que juegan como lobeznas, a cuatro patas, saltan, lanzan mordiscos al aire, olisquean y gruñen. Dicen que alguien, incluso, lanza un trozo de carne cruda, y para regocijo de los presentes las dos Hermanas luchan por ello.
Hobbes habla con Stukeley al que pide que mantenga informado de la evolución de las niñas. Stukeley, que trabaja para la corona y semanalmente envía distintas misivas a Londres, le asegura que lo hará por ese metodo.
Varias semanas recibe cartas en las que se notifica a Hobbes la evolución de ambas pequeñas. La mayor, según le informan una de las semanas, incluso ha comenzado a comer erguida, si bien vuelve a ponerse a cuatro patas en cuanto no se ve vigilada. La otra cada vez es menos activa, y Stukeley se muestra ciertamente preocupado por un estado al que se atreve de calificar como melancólico. Un mes después Hobbes recibe una nueva carta en la que le informan de que, por desgracia, el Todopoderoso ha decidido llevar a la más pequeña a su lado.
Hobbes recorre de nuevo el camino hasta Rothbury, acompañado esta vez por un amigo, un sacerdote anglicano llamado Jan Barkley al que ha ido informando de todo. Ambos llegan al pueblo y lo encuentran vacío. El río ha quedado seco. La gente se ha cansado ya del espectáculo.
La vivienda que visitara en la anterior ocasión se encuentra vacía. Parece que Hobbes la adjetiva como desolada, frente al contraste de su anterior visita. Tras su encuentro con Stakeley pregunta a éste si puede ver a la mayor de las hermanas, y el hombre los conduce a un pequeño patio trasero. Allí la ven, a cuatro patas, temblorosa y gritando algo a medio camino entre un aullido y un llanto humano. Sólo mantiene silencio cuando olisquea la tierra bajo la que fue enterrada su "hermana". Según informa Stekeley han tenido que cubrir la tierra con una lápida (algo inusual en aquella zona), porque intenta desenterrarla, utilizando las patas traseras, según las propias palabras del hombre. Los dos amigos llegados de Londres la observan conmovidos, en silencio. Según parece el sacerdote Jan Barkley sólo acertó a recordar algo leído en una obra de Plauto: Homo homini lupus.

Nadie sabe cuándo, ni por qué motivo, decidió Hobbes cambiar el sentido de la frase.

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